La hipergamia no existe: desmontando el mito moderno más usado contra las mujeres

¿Hipergamia? Te explicamos por qué es un concepto falso que culpa a las mujeres por no conformarse. Análisis crítico y feminista aquí.
Ilustración horizontal en estilo collage artístico que muestra a una mujer caminando con determinación sobre un camino empedrado de colores cálidos. El camino está compuesto por libros, diplomas y herramientas, simbolizando su crecimiento personal y profesional. Lleva una mochila brillante con las palabras 'AUTONOMÍA', 'DIGNIDAD' y 'LIBERTAD'. A su alrededor, varios hombres en tonos grises la señalan con carteles que dicen 'INTERESADA', 'HIPERGÁMICA' y 'AMBICIOSA', pero ella los ignora y sigue adelante con la mirada al frente.
Ilustración propia: Casi Creativos AC.

En tiempos recientes, el término hipergamia ha ganado espacio en redes sociales, especialmente en espacios donde predominan discursos masculinos resentidos con el avance de los derechos de las mujeres. Aunque es una palabra que proviene de estudios antiguos sobre matrimonio y movilidad social, hoy ha sido reciclada y convertida en una herramienta ideológica para atacar a las mujeres.

Quienes promueven esta idea —creadores de contenido como El Temach en México, o figuras globales como Andrew Tate— repiten incansablemente que “las mujeres, por naturaleza, buscan hombres con mayor estatus, poder o dinero”. Esa sería, según ellos, la razón por la que las mujeres “dejan a sus parejas cuando ya no les sirven”, “rechazan hombres buenos solo por no tener dinero” o “viven insatisfechas porque siempre quieren más”.

Esta narrativa tiene una apariencia de teoría social, pero en realidad es un relato emocional, motivado por el rencor y la frustración masculina, que no resiste el más mínimo análisis serio.

La hipergamia como relato que encubre desigualdad

Es importante dejarlo claro: no existe ninguna evidencia científica sólida que respalde la idea de que las mujeres tienen un impulso biológico inevitable de buscar hombres “superiores”. La realidad es mucho más compleja, y sobre todo, mucho más social.

Durante siglos, las mujeres fueron privadas de autonomía económica, política y educativa. Su supervivencia y bienestar dependían casi por completo del matrimonio. Elegir un “buen partido” no era un capricho ni un instinto, era una necesidad. Y aunque las condiciones han cambiado, los efectos de esas estructuras siguen vigentes: las mujeres siguen siendo quienes menos ganan, quienes más cuidan, quienes más trabajan sin salario dentro del hogar.

Entonces, cuando una mujer hoy en día decide no involucrarse con alguien que no coopera, que no respeta sus decisiones o que no tiene un proyecto de vida compatible con el suyo, no está siendo “hipergámica”. Está tomando una decisión consciente, racional y legítima. Lo que pasa es que el sistema no está acostumbrado a que las mujeres elijan desde la libertad, no desde la necesidad.

Tablet grande en primer plano muestra a un hombre en un video estilo podcast; al fondo, una mujer realiza múltiples tareas: cocina, cuida a un niño, trabaja en una laptop y recoge ropa, en un entorno más desgastado que contrasta con la pantalla brillante.

Una de las formas más efectivas de desmontar el mito de la hipergamia es mirar los datos. Porque si fuera cierto que las mujeres “naturalmente” buscan hombres con más estatus, dinero o educación, entonces los patrones de pareja actuales lo reflejarían claramente. Pero no es así.

Las mujeres ya no eligen “hacia arriba”

En muchas sociedades, el patrón clásico de “ella menos educada y él más exitoso” ha cambiado. Un estudio del Pew Research Center mostró que en Estados Unidos, el 29% de las mujeres en relaciones heterosexuales tienen un nivel educativo más alto que su pareja, y en el 16% de los hogares ellas son quienes más ganan. Lejos de buscar a alguien “mejor”, cada vez más mujeres eligen a hombres que no las superan en estatus tradicional.

Fuente: Pew Research Center (2020), Education and earnings in modern marriages.

En México también ocurre algo similar. Según el INEGI, el 27% de los hogares están encabezados por mujeres, muchas de las cuales son jefas de familia con parejas que dependen en parte o totalmente de sus ingresos. Esto no solo demuestra que las mujeres no rehúyen vínculos con hombres que ganan menos, sino que muchas asumen la carga económica sin abandonarlos.

Fuente: INEGI (2023), Estadísticas a propósito del Día Internacional de la Mujer.

Más educación no significa “subir de nivel” en pareja

Una investigación publicada en la revista Demography concluyó que ha aumentado la proporción de matrimonios en los que la mujer tiene más estudios que el hombre, especialmente en países como Estados Unidos, Francia y México. Lo interesante es que estas parejas no son menos estables, lo cual contradice la lógica de la hipergamia “innata”.

Fuente: Schwartz & Han (2016), The Reversal of the Gender Gap in Education and Trends in Marital Dissolution, Demography

¿Por qué terminan realmente las mujeres una relación?

Otra forma de desmentir la hipergamia es ver por qué las mujeres realmente terminan una relación. No es porque “encuentran a alguien mejor” en términos materiales, sino porque están emocionalmente exhaustas. Un estudio de la Universidad de Western Ontario mostró que las principales razones eran:

  • Falta de apoyo emocional
  • Desigualdad en las tareas del hogar
  • Violencia o control psicológico

El aspecto económico apenas figura. Eso demuestra que el dinero o el estatus no son el criterio decisivo, sino las condiciones humanas del vínculo.

Fuente: University of Western Ontario (2014), Reasons for Divorce: Gender Differences, Canadian Journal of Human Relationships.

En resumen, los datos muestran que las mujeres:

  • No priorizan el estatus económico al elegir pareja.
  • No se alejan de hombres que ganan menos.
  • No buscan “subir de nivel” permanentemente.
  • Terminan relaciones por razones de agotamiento emocional, no por conveniencia material.

Entonces, ¿de dónde viene el mito de la hipergamia? De una narrativa machista que no soporta que las mujeres elijan con libertad y ya no se queden donde no quieren estar.

El doble discurso: cuando los hombres eligen, es éxito; cuando las mujeres eligen, es traición

Uno de los aspectos más perversos del discurso sobre la hipergamia es la doble moral con la que se juzgan las decisiones afectivas y de pareja. A los hombres se les ha permitido históricamente elegir mujeres más jóvenes, más “atractivas”, con menos poder o experiencia. Nadie los acusa de buscar “beneficio” o de ser manipuladores.

En cambio, cuando una mujer quiere a alguien que sea su par, o incluso que tenga mayor estabilidad emocional o económica, automáticamente se le acusa de ser interesada, fría o calculadora. Es decir, se espera que las mujeres amen incondicionalmente, sin esperar nada a cambio, incluso si su bienestar está en juego. Amar sin reciprocidad. Permanecer incluso en el abandono.

Este relato no solo es misógino, también es profundamente funcional al patriarcado: desincentiva que las mujeres salgan de relaciones que les hacen daño y las culpa si deciden aspirar a algo mejor.

El uso viral del concepto: odio viral disfrazado de consejo masculino

Los contenidos que promueven la idea de la hipergamia suelen vestirse con ropajes de “coaching”, de “desarrollo personal” o de “despertar masculino”. Pero bajo ese disfraz, lo que hay es un mensaje muy claro: las mujeres son el enemigo.

Se promueve la desconfianza, la vigilancia constante y la idea de que las mujeres solo están “esperando una oportunidad para cambiarte por alguien mejor”. Estos mensajes, repetidos miles de veces al día en TikTok, YouTube y foros de hombres, terminan alimentando una cultura de odio que ya ha dejado consecuencias concretas: violencia, aislamiento emocional, rupturas familiares y deterioro del tejido social.

Y lo más grave: estos discursos están captando cada vez más a adolescentes y jóvenes, que en lugar de construir vínculos desde el respeto y la igualdad, están creciendo convencidos de que el mundo les debe algo solo por ser hombres, y que las mujeres son culpables de su frustración.

Ejemplos concretos del uso distorsionado de la hipergamia

La lógica de la hipergamia aparece constantemente, disfrazada de sentido común:

  • Una mujer decide dejar a su pareja porque él no colabora en casa, no cuida a los hijos, ni la respeta emocionalmente → “Lo dejó porque ya no le servía.”
  • Una joven rechaza salir con alguien que no tiene metas claras o que no respeta su tiempo → “Está buscando a uno con más dinero.”
  • Una madre soltera reconstruye su vida con alguien que coopera y respeta → “Se consiguió a uno que la mantenga.”

Estos ejemplos muestran algo claro: el problema nunca es lo que los hombres hacen o dejan de hacer, sino lo que las mujeres deciden hacer con libertad.

Lo que les molesta no es la hipergamia, es que ya no aguantamos

El centro de esta narrativa no es el análisis, sino el control. Lo que incomoda de fondo no es que las mujeres sean “hipergámicas”, sino que ya no estén dispuestas a sacrificar su bienestar por mantener una relación desigual.

Antes, muchas mujeres no podían salir de relaciones violentas o estancadas porque no tenían opciones. Hoy, gracias a décadas de lucha feminista, muchas sí las tienen. Y eso les incomoda. Porque pone en crisis el rol tradicional del hombre como “proveedor”, como “necesario”, como eje central de la vida femenina.

“Ya no nos necesitan”, dicen muchos.
Pero la pregunta es: ¿alguna vez deberían habernos necesitado obligatoriamente?

La hipergamia como gaslighting colectivo

Este concepto, en la forma en la que se está usando, es una forma de manipulación social masiva. Es una manera de decirle a las mujeres que están equivocadas por elegir, que deben sentir culpa si desean otra vida, que son egoístas si priorizan su desarrollo personal, su estabilidad emocional o su independencia económica.

Este tipo de gaslighting no solo afecta la autoestima de quienes lo reciben, también condiciona sus decisiones vitales, su percepción del amor, del compromiso y del valor propio.

La presión social que se construye con el discurso de la hipergamia no busca comprender las dinámicas de pareja. Busca que las mujeres regresen a donde el sistema quiere que estén: calladas, agradecidas, sometidas.

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Lo que buscamos no es “más”, es equidad

La mayoría de mujeres no quieren a alguien que las mantenga, ni buscan un “hombre superior”. Lo que se quiere es simple:

  • Una relación donde haya reciprocidad.
  • Un vínculo donde no haya que cargar con todo.
  • Una pareja que no se asuste si brillamos.
  • Un proyecto de vida compartido, no impuesto.

Pero eso no vende libros. No genera clics. No alimenta el algoritmo. Porque decir que queremos igualdad real no genera polémica, no convoca al odio, no sirve para alimentar canales misóginos.

Conclusión: desmantelar la hipergamia como mito, y abrir paso al debate serio

La llamada hipergamia no es un instinto, no es una amenaza, no es una característica femenina. Es una narrativa útil para reforzar el miedo a la autonomía femenina. Es un cuento mal contado, lleno de huecos, que pretende devolvernos al lugar donde ya no estamos dispuestas a volver.

Lo que necesitamos no son hombres con más dinero, sino hombres con más conciencia, más implicación, más respeto. Lo que necesitamos no es que se nos tolere, sino que se nos reconozca como sujetas libres, capaces de decidir, incluso si eso implica incomodar.

Y si eso les parece hipergamia, entonces el problema no somos nosotras.

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