El trabajo no remunerado es una realidad que afecta desproporcionadamente a las mujeres en México y en muchas otras partes del mundo. Sin embargo, la desigualdad en el reconocimiento y la distribución de este tipo de trabajo sigue siendo un tema del que se habla muy poco. ¿Por qué las mujeres terminan cargando con la mayor parte del trabajo no remunerado? ¿Por qué se les enseña a asumir estas responsabilidades desde temprana edad? En el marco del Día del Trabajo en México, es importante cuestionar estas prácticas y reconocer la contribución económica y social de las mujeres en esta área.
El origen de la desigualdad en el Trabajo No Remunerado
La desigualdad en el trabajo no remunerado tiene raíces profundas en las estructuras sociales y culturales. Desde siglos atrás, las mujeres han sido encasilladas en el papel de cuidadoras y responsables del hogar, una narrativa que se ha transmitido de generación en generación. Pero, ¿por qué sucede esto y cómo llegó a ser una norma?
Históricamente, las sociedades patriarcales han impuesto roles de género estrictos que dictan las responsabilidades y expectativas de hombres y mujeres. Mientras que los hombres eran preparados para ser los proveedores, las mujeres eran formadas para cuidar el hogar y los hijos. Esto no solo se reflejaba en la educación que recibían, sino también en la forma en que se les enseñaba a pensar sobre sí mismas. Desde niñas, las mujeres eran educadas para ser “buenas esposas” y “buenas madres”, mientras que a los niños se les impulsaba a perseguir carreras y sueños más allá del hogar.
Esta narrativa ha moldeado nuestra cultura, reflejada en frases machistas pero bien comunes como “detrás de cada gran hombre hay una gran mujer”. Este tipo de expresiones perpetúan la idea de que las mujeres están destinadas a ser el apoyo invisible, el sostén que mantiene el hogar en funcionamiento mientras los hombres prosperan en sus carreras.
En la actualidad, las expectativas sociales todavía refuerzan esta división de roles. Un ejemplo claro se ve en el ámbito laboral: incluso cuando las mujeres trabajan fuera de casa, a menudo se espera que también se hagan cargo de la mayoría de las tareas domésticas. En muchos hogares, el trabajo no remunerado sigue siendo considerado “trabajo de mujeres”, mientras que los hombres se sienten exentos de participar activamente en estas responsabilidades.
El impacto económico del trabajo no remunerado
Esta desigualdad se extiende también al ámbito económico. A pesar de la valiosa contribución que el trabajo no remunerado aporta a la sociedad, no se traduce en un reconocimiento económico para las mujeres.
El trabajo no remunerado tiene un valor significativo para la economía de México, pero este valor no se refleja en los ingresos de las mujeres. En 2022, el valor económico de las tareas del hogar y de cuidados ascendió a 7.2 billones de pesos, lo que equivale al 24% del PIB de México. Las mujeres aportaron 2.6 veces más valor económico que los hombres, lo que pone de manifiesto la enorme carga que soportan. A pesar de este valor, el trabajo no remunerado sigue sin reconocerse como una contribución económica válida.
Comparativamente, este monto supera el valor de los sectores económicos más grandes del país, como la industria manufacturera (22%) y el comercio (20%). En los últimos 20 años, el valor económico del trabajo no remunerado ha crecido, pasando de representar el 19% del PIB en 2003 al 24% en 2022. Sin embargo, su reconocimiento y la distribución equitativa de estas tareas siguen siendo un desafío.
El hecho de que este trabajo sea invisible en los indicadores económicos formales perpetúa la idea de que no tiene valor real, lo que dificulta su reconocimiento y redistribución equitativa.
La realidad cotidiana: las mujeres y el trabajo no remunerado
En México, 17.2 millones de mujeres se dedican exclusivamente al hogar. A menudo, también dedican más tiempo a otras tareas indispensables para el sostenimiento del hogar y sus miembros, como la limpieza, las compras o la preparación de alimentos. Las mujeres en México dedican 12 horas más a la semana a tareas domésticas y de cuidado no remunerado comparado con los hombres. Según datos del Centro de Información de Naciones Unidas en México, las mujeres dedican un promedio de 54.3 horas a la semana al trabajo doméstico y de cuidado, casi el doble que las 30.2 horas que invierten los hombres en estas actividades.
Estadísticas crudas: El impacto de la desigualdad en las mujeres
- 72% del Valor Económico del Trabajo No Remunerado: Las mujeres aportan el 72% del valor económico del trabajo no remunerado en México, lo que significa que su contribución es 2.6 veces mayor que la de los hombres.
- Horas de Trabajo Dedicadas: Las mujeres dedican en promedio 54.3 horas a la semana al trabajo no remunerado, mientras que los hombres dedican solo 15.9 horas. Esto representa una diferencia significativa en términos de tiempo y esfuerzo invertido, según el IMCO.
- 17.2 Millones de Mujeres Dedicadas al Hogar: En México, 17.2 millones de mujeres se dedican exclusivamente a las tareas del hogar, sin ningún tipo de remuneración.
- Valor Económico del Trabajo No Remunerado: El trabajo no remunerado en México tiene un valor económico que equivale al 24% del PIB del país, superando a sectores como la industria manufacturera y el comercio.
- Comparación Internacional: México se encuentra entre los países con mayor desigualdad de género en cuanto al trabajo no remunerado. Según datos de la OCDE, las mujeres mexicanas dedican más del doble de tiempo al trabajo no remunerado en comparación con los hombres.
- Reducción en la Participación Laboral: Las mujeres que asumen la mayor parte del trabajo no remunerado tienen una menor participación en el mercado laboral. En 2022, la tasa de participación laboral de las mujeres en México fue del 44%, en comparación con el 75% de los hombres.
- Brecha Salarial: Las mujeres que logran combinar trabajo remunerado con el trabajo no remunerado enfrentan una brecha salarial significativa. Según el INEGI, las mujeres ganan en promedio un 16% menos que los hombres por trabajos similares.
La necesidad de un cambio estructural
La desigualdad en el trabajo no remunerado no es simplemente el resultado de diferencias biológicas o naturales, como se ha querido hacer creer históricamente. Es el producto de estructuras sociales que necesitan ser desafiadas y desmanteladas. No podemos seguir perpetuando la idea de que las mujeres deben ser las únicas responsables del hogar, ni aceptar que su trabajo no remunerado sea invisibilizado y subvalorado.
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La carga desproporcionada del trabajo no remunerado sobre las mujeres es una injusticia que no podemos seguir tolerando. No podemos perpetuar un sistema que perpetúa la opresión y explotación de las mujeres a través de la normalización de estas expectativas. Es fundamental que empecemos a enseñar a las nuevas generaciones de mujeres que las labores del hogar no son su responsabilidad por el simple hecho de ser mujeres. Es imperativo que nos replanteemos cómo valoramos el trabajo no remunerado y su impacto en la economía, y cómo construimos una narrativa que libere a las mujeres de estos estereotipos y roles limitantes.
Las mujeres deben reconocer su valía y exigir un cambio. Es vital que tomemos conciencia de que el trabajo no remunerado no es un acto de amor, sino una forma de esclavitud encubierta. Alentemos a más mujeres a reflexionar sobre este trabajo no remunerado y a exigir la justicia y el reconocimiento que merecen. Solo así podremos avanzar hacia una sociedad que trate a todas las personas con dignidad y equidad.
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